En el número 522 de la revista “Investigacióny ciencia” se publicó un artículo muy interesante titulado “¿Vuelve la fagoterapia para quedarse?”, en este se habla de una terapia usada en el pasado que podría ayudarnos a combatir las enfermedades infecciosas en el marco de la crisis de resistencia antimicrobiana que se vive hoy en día y que se estima aumentara en el futuro.
¿Qué es un bacteriófago?
Se trata de un virus, cuya peculiaridad radica en que solo puede infectar bacterias. Por lo general son secuencias génicas de tipo ADN, la mayoría de los que conocemos en la actualidad se clasifican en el orden de los caudovirales. Se pueden dividir en 2 de acuerdo a su ciclo de vida y forma de infección a las bacterias.
> Virulentos o líticos: Cuando este tipo de virus llevan a cabo la invasión a la célula huésped, se acoplan a la maquinaria génica de esta, se replican incansablemente y cuando se agotan los recursos de esta producen la lisis de la batería, lo cual libera nuevas partículas víricas que pueden infectar otras células huésped.
> Temperados o lisogénicos: esta clase de bacteriófagos tiende a tener un ciclo de vida más prolongado, una vez que infectan a la célula huésped se unen al material genético de esta y permanecen de forma latente. No realizan el proceso de replicación del gen viral inmediatamente si no que entran en un estado de “hibernación”, en este periodo la replicación no se detienen completamente si no que se lleva a cabo de forma controlada, haciendo que toda la progenie bacteriana sea infectada. Cuando algunos desencadenantes se presentan, comienza el ciclo lítico de replicación del virus lo cual conduce a la destrucción de la célula hospedadora.
Descubrimiento.
El médico militar inglés Frederick Williams Twort fue el primer científico en reportar algo similar a lo que hoy conocemos como bacteriófago. Le ocurrió mientras estudiaba una cepa de la vacuna contra la viruela, al avanzar en su investigación comenzó a notar que los cultivos parecían siempre estar contaminados con la bacteria Staphylococcus spp, llegando a afirmar que este coco era esencial para el crecimiento del virus.
Posteriormente comenzó a cultivar esta bacteria y se percató que en las placas había zonas de lisis, tomó muestras de estas zonas y los cultivó en un medio líquido, después las filtro y comprobó que el compuesto resultante tenía un efecto lítico sobre las bacterias. Denominó a este compuesto factor lítico bacteriano y tiempo después abandono esta investigación por otra.
En 1917 en París el “microbiólogo” Félix Hubert d´Herelle por cuenta propia llego a un resultado similar, este curioso personaje quien se forjó una reputación en el mundo de la ciencia sin tener estudios universitarios, considerado actualmente como un extraordinario autodidacta. D´Herelle llegó a esta conclusión cuando trabajaba con el bacilo causal de la disentería (shigella), llegando a afirmar que se trataba de un virus y acuñando el termino con el cual se les conoce hasta la actualidad, “bacteriófago”.
Hasta 1939 fue cuando se lograría identificar realmente como un virus, al bacteriófago de d´Herelle, por el médico y biólogo alemán Helmut Ruska, gracias al microscopio electrónico inventado por su hermano el físico Ernest Ruska.
Fagoterapia de ayer y hoy.
Sin conocerse la naturaleza del bacteriófago, en las décadas 20s y 30s del siglo pasado se comenzó a comercializar la terapia fágica, a cargo de compañías de laboratorio como Eli Lilly & Company con “Staphylo jel y Jel labeled” para el tratamiento de infecciones por Streptococcus y por coliformes, la división Swan-Myers de Laboratorios Abbott con filtrados de bacteriófagos de Staphylococcus y combinaciones de Staphylococcus spp. y bacilos coliformes.
Ya en la década de los 40s y con el descubrimiento de los antibióticos, la comunidad científica de occidente comenzó a perder el interés por los bacteriófagos y abandonó el uso y por lo tanto las investigaciones al respecto. Este no fue el caso de los científicos y médicos de la extinta unión soviética quienes continuaron con el uso y las investigaciones.
Durante la segunda guerra el bando del dictador Stalin usaba las terapias fágicas para tratar las heridas de guerra que provocaban la tan temible gangrena de los soldados y la disentería que asolaba los frentes de la lucha. Con el fin de la guerra, las investigaciones siguieron su curso encontrando un impulso dentro de las fuerzas militares rusas, con la guerra fría en pleno auge estas investigaciones cayeron en un hermetismo del cual pocas podrían salir.
No fue hasta las décadas de los 50s y 60s cuando algunos científicos de occidente retomaron el interese sobre la fagoterapia y comenzaron a realizar nuevas investigaciones, no sin problemas en el camino. Pero no es hasta épocas más recientes que esta terapia cobrado una importancia mas destacada y un uso más amplio, todo esto debido a la problemática surgida con la multirresistencia bacteriana a los antibióticos.
Bibliografía:
- Lopardo HA. Fagoterapia: la multirresistencia nos obliga a revisar el pasado. Revista Argentina de Microbiología. enero-marzo 2017;49(1):1-2.
- Nallelyt Segundo A. EHB,OLV,OTA. Los bacteriófagos como una alternativa en el tratamiento de enfermedades infecciosas Bacterianas (Fagoterapia). Revista Mexicana de Ciencias Farmacéuticas. septiembre 2010;41(3):17-26.
- Osorio JCC. Bacteriófagos: aspectos generales y aplicaciones clínicas. Hechos Microbiol. 2015;6(1-2):36-51.
- Guzmán M. El bacteriófago, cien años de hallazgos trascendentales. revista Biomédica.
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